domingo, marzo 27, 2005

EL JUEGO VERDADERO.

Por alguna extraña razón hoy empecé a divagar sobre el real valor de la amistad. Esta semana estuvo Ballestrazzi acá y las horas que compartimos juntos las sentí como unas más de todas las que llevamos en el cuerpo . Fue como si sólo hubiera dejado de verlo hace tres días, no tres meses. También pensé en Flores, en su trabajo, en las penas que sin duda carga. En sus reservas, en su perro muerto, y en las canas que acumula su cabeza adulta. Martín, como no, en el maravilloso estado de despertar del letargo y poder sentir que las cosas se pueden disfrutar a concho, para bien o para mal, pero con intensidad y no con perjuicio. Por unos minutos volvimos a ser cuatro mientras revisaba unas fotos que tomamos mientras compartimos departamento. Y ahí estaba el apretón de guata, los ojos llorosos, y toneladas de idioteces que hemos vivido juntos. Desde los "sábados cochinos", hasta el FICS. Desde la eterna Pizza Stop, hasta las empanadas de El Rápido. Desde encontrar la palabra rebuscada del día, hasta un emocionante "no olvides que aquí vamos a estar siempre". los3 De chico pensaba que la amistad era una cosa pasajera, como tener hermanos que cuando crecen se desaparecen. De grande he ido aprendiendo que la amistad es como un juego. Pero uno en que todos ganan o todos pierden. Afortunadamente soy de los ganadores, porque encontré no a uno, sino a tres que sé que están ahí, independiente de la frecuencia de las llamadas, de las largas o cortas conversaciones, incluso hasta de lo bien o mal que hablen de uno o de otro. Escribo esto porque la nostalgia que me provocaron esas imágenes valía sin duda la pena expresarla. Y también porque era necesario decirle a esos tres que están lejos, pero tan, tan cerca, que se acuerden que en Baires hay un idiota que los quiere mucho. Gracias por estar chicos.

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